Querides:

Gracias por estar leyendo una newsletter nueva en pleno 2025. El impulso de crear esta newsletter vino de tres lugares: por un lado, por echar de menos los blogs de mp3s y demás medios de periodismo musical con un enfoque un poco fanzinero y amateur en el sentido más puro, el de amar algo, en un momento en el que parece que el internet en el que la gente hablaba de sus pasiones está un poco muerto. Por otro, por tener un espacio en el que escribir de una manera más o menos informal, sin tener que preocuparme en exceso de mantener un tono o unos estándares de rigor: esto son unas notas, como dije antes, orgullosamente amateur, y no aspiran a ser otra cosa.

Por último, tenía ganas de obligarme a mí mismo a pensar y escribir sobre música. Me apetece practicar a escribir sobre un medio nuevo y, sobre todo, me apetece forzarme a mí mismo a tomarme más tiempo con cada disco y cada canción, digerirlos y considerarlos, en vez de darme un chapuzón superficial por el tsunami de novedades que hay todas las semanas. Hablando de metáforas acuáticas, el nombre de la newsletter lo he tomado de esta canción de Mount Eerie, que dice eso de “recorded music is a statue of a waterfall”. Puede sonar solemne de más, pero también es la canción en la que Phil Elverum se hace amigo de un pez parlante.

Pero ya basta de hablar de mí. Lo que puedes esperar tú, lectore, amigue incluso, de Estatuas de cascadas es lo siguiente: una lista de longitud variable (paso de estandarizar nada, que le den al internet algorítmico y optimizado) de canciones que me entusiasman, intentando que no sean extremadamente obvias (o, si lo son, que tenga algo interesante que decir al respecto) con una periodicidad también variable pero que calculo que nunca será de menos de dos semanas ni más de un mes. Me reservo el derecho a hablar de vez en cuando de cosas que no sean música, pero espero que valga la pena cuando lo haga.

Nota sobre plataformas: Esta newsletter está alojada en beehiiv, en lugar del habitual Substack, porque me incomoda un poco la tendencia de Substack de monetizar contenido de nazis. Puedes leer más sobre eso aquí (y perdón por enlazar al Guardian). Las canciones que recopile en cada newsletter irán en esta lista de Apple Music, plataforma a la que me acabo de pasar en vista de que cada vez me costaba más justificarme moralmente seguir en Spotify1 y además ni siquiera podía escuchar a Xiu Xiu allí. Pondré enlaces a cada canción individual, siempre que sea posible, en Bandcamp, que creo que todes estamos de acuerdo en que es la opción buena.

Agrupo estas dos porque practican dos formas de nostalgia muy distintas, desde posiciones casi antitéticas. The Bug Club recuperan el sonido del indie/blog rock/como queramos llamarlo de finales de los 2000, con un tratamiento de la voz que puede ser descrito como timesnewvikingesco, juegos de palabras idiotas, patrones de pregunta-respuesta entre la voz masculina y la femenina… Todo cosas preciosas que nos han quitado y que quiero pensar que están volviendo con esta nueva ola de grupos medio twee, como estos, fantasy of a broken heart o groceries!. Y esto está bien y es bonito y me hace liberar los neurotransmisores adecuados, pero no puedo evitar que me escame un poco la manera en la que apela directamente a la nostalgia, sin hacer nada más que replicar un sonido ya existente y recordarte que te gusta y que era lo que escuchabas cuando no tenías que pagar un alquiler, no te dolían las rodillas después de cada concierto y la prensa musical era una cosa que aún existía y de la que te fiabas.

Graham Hunt, por su parte, recorre el camino inverso: las fuentes a las que recurre nunca fueron prestigiosas (pienso en Smash Mouth, los Counting Crows o cualquier otra cosa que pudiera sonar en la BSO de una de las pelis de Shrek), pero encuentra la manera de revitalizarlas y hacer que suenen a música de ahora, sin perderse en el juego posirónico de la reclamación por la vía del camp. Algo anecdótico pero que me parece significativo es que la portada del disco está guay, no es feísta ni usa la letra Jokerman ni dibujos macarras ni ninguna de las cosas que podría uno esperar de un disco que suena así, porque no le interesa jugar a ese juego, sino que está en la liga de apreciadores sinceros de la música de pantalones pirata que inauguraron 100 gecs hace unos años. Impresionante para mi juicio lo bien que funciona aquí un verso rapeado a todas luces de lo más hortera.

El disco en solitario de Rachika Nayar me acompañó mucho durante la época en la que paseaba compulsivamente, y para prepararme para este newsletter escuché atentamente el disco de Disiniblud (su colaboración con Nina Keith) mientras miraba el sol ponerse sobre la ría desde una mecedora, como en una especie de Disintegration Loops con la polaridad invertida. Mientras que mucho ambient tiende al aislamiento, al yo-en-mi-habitación-con-mis-cascos, la música de Disiniblud es expansiva, apunta hacia arriba y afuera, está hecha para dar paseos y tocar la proverbial hierba, a pesar de ser profundamente digital.

Esta canción es la más juguetona del disco, con esas voces como de hada que repiten el título y se aseguran de que sus connotaciones sean positivas, y haciendo honor a este con constantes cambios de ritmo y melodía. Además, aquí cuentan con la colaboración de Katie Dey, otra leyenda de la épica posdigital y absoluta institución en esta casa, que ya en su momento hizo la mejor canción sobre el cambio vital.

Hace unas semanas fui a Oviedo un par de días y me sorprendió lo viva que está la escena musical guitarrera allí, con un millón de chavales insultantemente jóvenes orbitando alrededor de un puñado de grupos de formación endogámica y reunidos en torno a la Lata de Zinc, icónica sala de conciertos autogestionada. No quiero ni pensar en la edad que tendrían estos chavales cuando Autoescuela empezaron a sacar música, pero me cuesta no pensar en ellos como descendientes (no tengo claro si hijos o nietos) del proyecto de Santi y David, junto a otros de su quinta como Presa o from, aunque en lo estrictamente musical no tengan en común mucho más que la instrumentación y una cierta oscuridad que entiendo que va ligada a su condición de asturianos. Es precisamente Fer, aka from, quien ha lanzado Cimatario Fuexo Recordings (creo)2, sello ultra-DIY en cuya primera recopilación aparece esta canción, la primera de Santiago La Barca desde su disco de 2021, hasta donde yo sé. 

La canción, que parece estar aún en un estado algo embrionario, apunta a una dirección nueva para Santiago La Barca. Mientras que en su primer y hasta ahora único disco a jugaba a ser “rock de hijos”, reapropiándose de las marcas estilísticas del canon rockista, en esta canción se intuye una reconceptualización del proyecto hacia el bedroom pop roto, sin perder de vista un esqueleto melódico de pop clásico y una letra que oscila entre el optimismo y el bajón absoluto, dependiendo del grado de ironía que cada uno aplique.

A estas alturas no creo que le vaya a descubrir a Frankie Cosmos a nadie, pero quería destacar esta canción (y, en general, el disco que han sacado este año) porque, dentro de su producción moderadamente prolífica y de calidad irregular, esta es de las buenas. Parece que por fin se sienten cómodas en formato grupo, sin depender tanto de la voz y el carisma de Greta Kline, con una variedad sonora que lo hace distanciarse un poco (sin volvernos locos, tampoco) de sus últimos discos. Además, ya iba siendo hora de que alguien se atreviese a escribir una canción sobre la experiencia generacional de estar perdida en la vida y tener una tote bag llena de otras tote bags.

Acabo de escribir esto el día antes de irme a Paredes de Coura. Sospecho que al volver tendré opiniones, así que me imagino que no tardarás mucho en saber de mí otra vez. Mientras tanto, pasa el mejor verano posible, ánimo con el calor y con el fascismo, y si tienes algo que decirme puedes responder a este correo, aunque me imagino que el 99% de quienes leáis esto tendréis otras formas de contactarme.

¡Hablamos pronto!

1 Sé que la solución ideal sería Tidal o Deezer o directamente Bandcamp, pero Apple me salía más a cuenta con la suscripción a Apple One y sigue siendo algo menos malvada que Spotify. Poco a poco.

2 Esta es una información fácilmente contrastable pero que me niego a comprobar. Quien quiera rigor que lea periodismo de verdad, no una newsletter.

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